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La crítica del mes: 'Surcos' (1951)
- “¿Por qué no me llevas al cine? Echan una psicológica”.
- “Eso ya está pasado. Ahora lo que se llevan son las neorrealistas”.
- “¿Y qué es eso?”
- “Pues problemas sociales, gente de barrio…”.
Criticando: FAQ
Surcos es una película adelantada a su tiempo. La censura le pasó factura y con razón. Aunque su crudeza queda intacta y desmenuza valores y realidades poco susceptibles a ser criticados bajo el régimen franquista. Cada uno de los hermanos de la familia que se traslada del campo a la ciudad buscando un mejor porvenir, es víctima de la corrupción de unas intenciones en principio inocentes: ganar más dinero, cumplir un sueño, demostrar que se es útil… Gradualmente, presenciamos como el interés del personaje de Pili o la crueldad y la ambición insana del personaje de Don Roque, conducen a Pepe (el hermano mayor) a la delincuencia y a la perdición, o a Tonia (la hermana) a dejarse deslumbrar por los lujos y los bienes materiales.
Como dijera la directora y actriz, Icíar Bollaín, en el coloquio sobre la película del programa Versión Española (de Cayetana Guillén Cuervo), escenarios como el teatro La Latina o el barrio de Lavapiés nos hacen preguntarnos si realmente hemos cambiado tanto, aun cuando a ambas “imágenes” las separan la friolera de casi 70 años. Si entonces Lavapiés sufría el hambre y la vida de corrala, hoy sufre por la pérdida de su “esencia”. Otro tema recurrente, también en películas o series de actualidad, como Apaches, es el barrio y sus leyes no escritas. En este caso, el personaje de Don Roque retrata a la perfección la figura de “amo del barrio”, caracterizado por una exasperante impunidad y por el respeto (y el miedo) que todos le tienen.
El maltrato a la mujer es un tema recurrente. Sin embargo, los personajes femeninos que se nos presentan son, en su mayoría, inconformistas y sin pelos en la lengua, hasta el punto de dejar, en ocasiones, a personajes masculinos reducidos a una masa impotente y humillada (como le ocurre al padre de familia). Por su parte, la obrilla improvisada por el titiritero que da trabajo al hijo menor, Manolo, no tiene por qué entenderse como un reflejo de sus propios pensamientos o su manera de ver el mundo. Sino como una simple traslación de aquello que ve como espectador, como una firme denuncia social.
La vergüenza es algo que nuestra familia protagonista llevará a cuestas durante buena parte de la cinta. Intentarán evitarla a toda costa, pero personajes como Engracia insistirán en que deberán dejarse de remilgos si quieren hacerse un hueco (o más bien, sobrevivir) en la urbe. Sin tener éxito ni en lo uno ni en lo otro, vuelven abatidos a su pueblo natal (como hicieron muchos otros). Cabe destacar la omisión de una escena final de la película, en la que Tonia salta del tren de regreso, incapaz de dejar Madrid.
- Carla Sánchez
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